En esta nueva columna, nuestra periodista especializada en gastronomía Carolina Balverdi nos propone un recorrido por los sabores y aromas de Francia, de la mano de las viñetas de una famosa historieta.
Existe una simbiosis entre la cocina y el género literario, que deja de manifiesto la estrecha relación existente entre gastronomía y cultura. Desde “Don Quijote”, donde se pueden entrever esos platos de olla de la campiña española, hasta el “El Satiricón de Petronio”, fiel reflejo de los banquetes romanos, puede apreciarse este vínculo.
Sin necesidad de ir tan atrás en la historia, uno de los ejemplos más reconocidos y recientes de esta relación lo constituye el libro “Comer, rezar, amar” de Elizabeth Gilbert, donde la autora narra las memorias del viaje que emprende por toda Italia luego de su divorcio y durante el cual disfruta y aprehende toda la cocina mediterránea.
En este recorrido de sabores a través de las letras, yo les propongo conocer la gastronomía francesa en toda su extensión, región por región, de la mano de uno de los íconos culturales más añorado por grandes y chicos del país galo: la famosa historieta “Astérix y Obélix”, creada por Albert Uderzo y René Goscinny.
En su quinto tomo -de un total de 38 volúmenes-, “La vuelta a la Galia”, los dos protagonistas de la saga deciden salir de la aldea en la que vivían -y que estaba amurallada por los romanos que pretendían sitiarla para que claudicaran ante el poder del “César”- y recorrer toda Galia, trayendo de cada región una especialidad con la que harían un gran banquete, al que el archienemigo Prefecto romano estaría invitado para intentar restablecer la paz.
La primera parada fue Lutecia (París) donde compraron un jamón entero “cocido” que en Francia se lo conoce con el nombre de jambon de Paris. Continuaron luego a Camaracum (Cambrai), ciudad en la que compraron las «tonterías» (Bêtise de Cambrai): caramelos de menta típicos de la ciudad que se distinguen por tener una línea de color en el medio y cuyo origen se remonta a los años 1850.
El periplo siguió por Durocortorum (Reims), región de Champagne donde compraron el vino espumoso más famoso del mundo y continuaron su camino sin detenerse.
Luego, visitaron la ciudad de Lugdunum (Lyon). Allí fueron ayudados por el Jefe Clandestino de la ciudad, Pepix, quien despistó a los romanos que los perseguían en las intrincadas calles de la villa y le regaló a Astérix salchichas y quenelles (especialidad típica, parecida a una croqueta, que está hecha a base de sémola de trigo y a la cual se le da forma de “quenelle” -redondeada- con dos cucharas soperas) para el banquete.
Los guerreros decidieron continuar a todo galope hasta Nicae (Niza). Pero en el camino se vieron demorados por la congestión de la ruta, ya que estaban en época de vacaciones y todo el mundo iba a la playa a descansar. Una vez en Niza, compraron la especialidad de la ciudad: un jarrón de ensalada niçoise (plato de principios del SXX, que se caracteriza por llevar hojas verdes, tomate, rabanitos, atún, huevos cocidos y cebolla).
La travesía los llevó hacia Massalia (Marsella), donde entraron en la “Taberna del navegante” y fueron atendidos por el propio dueño, Cesar Labeldecadix, que les preparó una bouillabaisse (típica sopa de pescado) de recuerdo. Luego, en Tolosa (Toulouse), compraron salchichas y decidieron marchar con dirección a Aginum (Agen), posta final en el tour de Gaule, no sin antes, pasar por Burdigala (Burdeos) y comprar ostras y vino bordelés blanco (la cepa emblema de los blancos de Bordeaux es la Chardonnay).
La historia termina con Astérix y Obélix volviendo triunfantes a su aldea, donde fueron recibidos con júbilo por todos sus compatriotas y demostrando, una vez más a los romanos -que sucumben ante el delicioso banquete-, la fuerza de los galos!
¡¡¡Bon appétit!!!
Delicada y de un paladar exquisito Carolina Balverdi no lleva a recorridos y experiencias maravillosas atravesadas por el sabor, los viajes y las texturas de la buena comida. Desde una hamburguesa casera hasta un ragoût francés, que no es otra cosa que un guisito con nombre raro. Eso sí, el vino siempre acompaña.
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