Se nos fue Diego y todavía continúa el dolor. Se nos fue Diego y pudimos ver muestras de amor en todo el mundo. Se nos fue Diego y nos quedó como última imagen una despedida popular y multitudinaria que sólo a los argentinos nos sale bien por su espontaneidad. Sin embargo, el fruto de malas decisiones operativas y de una política de vocación represiva ajena a la contención del conflicto social nos mató la bella costumbre de saludar a nuestros ídolos. Esos funerales convocantes que ocurren una vez por generación. Pasó con Evita, con Perón, con Néstor y, en menor escala, con Raúl Alfonsín.

Lo que en las anteriores despedidas no ocurrió fue una represión inaudita a cientos de persona que sólo querían dar su último adiós al cuerpo del máximo ídolo de la Argentina. Un hecho que no empaña todo el amor demostrado a “Pelusa” en los últimos días, pero que le puede servir al gobierno nacional para repensar los procedimientos de seguridad en la Capital Federal de la República y plantear una política, a largo plazo, sobre el uso de las fuerzas policiales.
Si el Ejecutivo nacional (Frente de Todos) plantea un camino de no reprimir las convocatorias populares en el “distrito federal” no debería poner todas las velas en la posibilidad de coordinar con el gobierno porteño (Juntos por el Cambio) las cuestiones operativas de seguridad. Dicho de otro modo: el gobierno nacional debería “gambetear” algunas cuestiones jurisdiccionales, contar con una reserva de fuerzas federales para organizar determinados tipos de eventos y evitar reprimir lo indebido porque antes que el poder político las tragedias las sufre el pueblo.
Las cuestiones de Seguridad son responsabilidades serias. Es un área donde se deciden cosas que pueden cambiar la historia en un segundo. No pueden existir teléfonos descompuestos y comentaristas que patean la pelota afuera.
El operativo de Seguridad y los incidentes.
El gobierno nacional y la familia de Diego Maradona organizaron el funeral de la mejor manera que pudieron, teniendo en cuenta la masividad que se preveía, el poco tiempo para desarrollarlo y el dolor en la sorpresa. Según trascendidos, hasta el presidente Alberto Fernández tuvo que decidir sobre algunas cuestiones operativas y mediar con el círculo íntimo del ídolo.
Con respecto a la Seguridad, el ministerio nacional encabezó una mesa coordinada con otras carteras y con el gobierno porteño. El interior de la Casa Rosada fue territorio -como corresponde- de la Casa Militar (sobre todo el cuerpo de Custodia Presidencial, en su mayoría elementos de la PFA). El perímetro Casa Rosada/Plaza de Mayo fue para las fuerzas federales (PFA/PSA). Por último, los alrededores y el circuito de ingreso de la gente que iba desde la Av. 9 de Julio a Plaza de Mayo (por Avenida de Mayo) estuvo a cargo de la Policía de la Ciudad.
Previendo que a las 16 h. se iba a terminar el ingreso de la gente (por decisión de los familiares), cerca de las 15 la Policía de la Ciudad cerró el acceso puesto en la 9 de Julio y la Avenida de Mayo. En declaraciones radiales el vicejefe porteño y responsable político de la Seguridad en la Ciudad, Diego Santilli, indicó que a la hora señalada la Nación le ordenó el cierre. De ahí en más fueron tandas de caos y represión, que no duraron mucho pero que fueron trágicas y repudiables. Empezó con forcejeos en las vallas, un par de latas de cervezas que volaron hacia los efectivos y la respuesta fue con las balas de goma y los gases. Después salieron las motos policiales a ahuyentar a los manifestantes y el resto ya es historia conocida… y lamentablemente repetida.
Luego de un par de horas la represión se frenó. La ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederick, habría llamado a Santilli para que termine con la repartija de balas y palazos. Vamos a obviar algunos Tweets para ser buenos. Finalmente, la policía porteña se retiró y todo continúo en paz.
Otros incidentes ocurrieron en la Casa Rosada. Una marea de personas sobrepasó las rejas e ingresaron al velatorio de forma desordenada. Fueron tantos que el palacio gubernamental parecía copado pero, lo cierto es que al rato la normalidad retornó y no hicieron falta los tiros y los gases. De ahí en más la Gendarmería Nacional se hizo cargo del perímetro.
Y esta es la parte en la que cortamos con tanta dulzura
Mucho se habla sobre el accionar y el rol de la policía con teorías hermosas. La realidad es más compleja. Y de esa realidad compleja surgen algunas conjeturas prácticas. Una de ellas es que las fuerzas de seguridad reprimen de forma desmedida cuando no hay conducción o cuando la conducción tiene por doctrina reprimir ante todo. No es lo mismo una decena de latitas de birra volando de gente que quiere despedir a Diego que tomar el Congreso por la Fuerza o la Casa Rosada. No es lo mismo un grupo de trabajadores reclamando que una barrabrava apretando en una cancha.
Un policía debe decidir lo que está bien y lo que está mal en un hecho singular. Pero por encima hay una conducción política que tiene que establecer qué es lo que debido y lo indebido. Para eso está la doctrina y la ética. Para eso están los lugares de formación. Para eso están las decisiones políticas. Decisiones como la que tomó Néstor Kirchner cuando la Argentina era todavía un hervidero post 2001 y prohibió la presencia de armas letales en las protestas sociales. ¿Existió represión y víctimas? Sí, claro. Pero fueron fruto de malas decisiones operativas, no consecuencias de una política represiva hacia el reclamo social.
Este Gobierno intenta desempolvar aquel espíritu de los años de Néstor y Cristina que fueron cortados por cuatro años de macrismo explícito. Y lo está logrando en el plano de las protestas sociales. Pero de nada sirve si la mayoría de las manifestaciones (o por lo menos las más mediáticas) se dan en la Capital Federal cuando la fuerza con mayor capacidad operativa en el lugar está conducida por el gobierno porteño desde que el macrismo pasó en 2016 a manos de la Ciudad el grueso de la Policía Federal y la fusionó con la Metropolitana para crear la Policía de la Ciudad. Esta fuerza cuenta con un personal aproximado de 21000 miembros (entre oficiales, suboficiales, agentes y civiles). Unos 15 mil de ellos pertenecieron a la “federal” hasta la fusión.
La conducción de la Policía de la Ciudad ya demostró cuál es su línea. Cuenta con historial de hechos reprochables de su accionar que van desde reprimir a pibes murgueros en una villa hasta enfermeros. Pero vale recordar aquel episodio “raro” (muy raro) que derivó en la suspensión del partido de vuelta en el Monumental por la final de la Copa Libertadores en 2018. El capítulo decisivo entre River y Boca se terminó jugando en Madrid, privando al pueblo argentino de tener una final soñada en su territorio. En el Monumental el operativo de seguridad falló pero la represión no. Y da la impresión de que en esas planificaciones el gobierno porteño analiza y plantea la capacidad de represión y no la de prevención.
Por eso, sería sano que en adelante el gobierno nacional del Frente de Todos evalúe la posibilidad de ganar espacio en la contención de las convocatorias masivas en la Ciudad de Buenos Aires. Uno de los caminos podría ser la recuperación de la cantidad de efectivos de la Policía Federal. También ese incremento de cantidad tiene que ir acompañado de una correcta doctrina que forme y marque los comportamientos de los efectivos.
En fin. Son algunas ideas, solamente, para que en el futuro no se nos “escape la tortuga”, como decía Maradona. El jueves fueron heridos y noqueados. Mañana puede ser tarde para el lamento.
PD: ¡Te quiero Diego!
Correntino. El mate y el río como banderas.
Licenciado en Periodismo (Facultad de Ciencias Sociales – UNLZ). Especializado en política, estadísticas, diseño web y herramientas digitales para visualización de datos. Actualmente trabaja como editor en la web de la Agencia de Noticias Télam.
-
Ariel Diezhttps://postperiodismo.com.ar/author/ariel-diez/
-
Ariel Diezhttps://postperiodismo.com.ar/author/ariel-diez/
-
Ariel Diezhttps://postperiodismo.com.ar/author/ariel-diez/
-
Ariel Diezhttps://postperiodismo.com.ar/author/ariel-diez/