Este 29 de julio se cumplieron 20 años del suicidio del cirujano más reconocido de nuestro país. Se trata del primer médico que realizó el by pass coronario, con una técnica innovadora, que tomaba una vena (safena) de la pierna para asistir la revascularización del corazón.
René Favaloro empezó a practicar la cirugía torácica en Estados Unidos durante los años sesenta, y pronto se vino a la Argentina para popularizar una práctica que revolucionó el tratamiento de las intervenciones a corazón abierto, aunque luego la experiencia lo llevó a utilizar la arteria mamaria interna porque se comprobó mayor duración en la extensión de la vida de los pacientes.
Favaloro fue un caso atípico en el mundo de la medicina comercial, en particular porque no la consideraba un negocio. Hizo un camino inverso al de los científicos y médicos con fama internacional, muchos de los cuales -tentados por las condiciones de desarrollo personal y la puesta a disposición de equipos financiados por universidades y laboratorios con más recursos económicos- suelen terminar radicados en el extranjero.
Se perfeccionó en Cleveland (Ohio, EEUU) y volvió definitivamente a la Argentina a comienzos de los setenta. Trabajó un tiempo breve en el célebre Sanatorio Güemes, una entidad privada de excelencia, mucho antes de que Luis Barrionuevo y Enrique Nosiglia realizaran operaciones poco claras para gestionar los servicios de salud de ese centro -cerrado entre 1993 y 1998- y de no pocas obras sociales en general, ya entrados los noventa. Pero esa es otra historia sobre la cual no sabemos si hubo puntos de contacto con un joven menemista en el ANSES (Administración Nacional de Seguridad Social), que se llamaba Horacio Rodríguez Larreta, de la que fuera gerente general entre 1995 y 1998.
El doc Favaloro tenía una concepción universal del ser humano y la preocupación constante por asistir a los más humildes. Estudió en La Plata, hizo medicina social, y pudo desarrollar sus capacidades de diagnóstico como médico rural en La Pampa (en la localidad de Jacinto Aráuz). Allí comprendió, frente a la escasez de recursos, que una de las grandes virtudes de la medicina argentina estaba en los grandes maestros de las universidades públicas.
Su compromiso fue más allá de la salud física. Con el retorno a la democracia, junto al célebre matemático y epistemólogo Gregorio Klimovsky compartió el equipo de idóneos que investigó al terrorismo de Estado como integrantes de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), creada por Raúl Alfonsín. Esto permitió verificar la existencia de centros clandestinos y unificar testimonios para los posteriores juicios por los crímenes cometidos por las Juntas militares y sus esbirros.
Todavía no se hablaba en público sobre el componente civil beneficiado por el modelo económico de José Alfredo Martínez de Hoz, aunque el término “capitanes de la industria”, quedó patentado para los empresarios que crecieron exponencialmente mientras le hacían coro a las balas de metralla. El socio político del Larreta del siglo XXI sería uno de esos beneficiarios.
Con Klimovsky perduró una relación, por la cual la Fundación Favaloro lo llevó en 1991 como profesor titular en el entonces Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas. Otras épocas. La Fundación no era una Universidad y las neurociencias no estaban de moda. Tampoco a las figuras mediáticas como el reconocido Facundo Manes le importaban a la política. Lo cierto es que los médicos de entonces eran algo ajenos a esos afanes por integrar los círculos de poder.
Favaloro tuvo una activa participación pública como conferencista y divulgador. A mediados de los ochenta participó en ciclos televisivos como Los grandes temas médicos. Algo del neurocirujano sanitarista Ramón Carrillo llevaba en las venas, confiaba en la formación integral y en la capacidad de un médico de perfil renacentista para el diagnóstico y el tratamiento, incluso en condiciones de crisis.
Jamás se lo vio divulgar soluciones mágicas como respiraciones estilo Mindfulness, u otras técnicas para ser feliz diseñadas como ring raje de la realidad. Más bien pensaban en el progreso y la ciencia como parte de un ecosistema social. Le apasionaba la historia y leía a Eduardo Galeano, autor de Las venas abiertas de América Latina” (1971) y “El libro de los abrazos” (1989), entre otras obras.
Fuente: Fundación Favaloro
La vocación de Favaloro estaba dedicada al 100 por ciento a salvar vidas de los que no podían pagar un sistema de salud. Una contradicción de la época o, probablemente, ingenuidad, optimismo de la voluntad o la insistencia en un error, que adelantó su salida para llamar la atención de esos poderosos que le impusieron el ritmo de la burocracia.
Tipos como Favaloro hay un montón. Se los puede encontrar a diario en los hospitales públicos o en cátedras de universidades nacionales. Con el Covid-19 y su compromiso diario, los médicos y enfermeros vienen salvando vidas como pueden, de a cachitos. Se trata de un sistema público desguazado que ha demostrado junto a todo el personal de salud que son ellos quienes lo hace funcionar.
Podríamos pensarlo como un corazón con un montón de by pass viejos, que ya han cumplido su ciclo vital de 10 o 15 años más o menos, y que con esas otras venas pequeñas, ignoradas pero ineludibles que salen por los costados, generan ese flujo de circulación colateral para que la máquina siga andando.
En ediciones anteriores te contamos sin querer queriendo algo de la historia que llevó al suicidio a Favaloro. Podés leerlo en “Horacio, la cara oculta detrás del barbijo de Racing”
Tal vez lo más importante a destacar es que aquí reside la diferencia entre esos seres amables que dan todo por los demás y aquellos otros que no tienen corazón. La carrera de Horacio Rodríguez Larreta comenzó a carretear con su gerencial en la ANSES y se consolidó entre el 10 de diciembre de 1999 y el 2 de diciembre de 2000, esta vez como interventor del PAMI. Conocía en detalle el sistema de seguridad social y sus componendas.
Por entonces y a pesar de haber salido del contubernio menemista antes de su salto a la Alianza, con el grupo Sushi como heredero del clan Nosiglia en la mesa chica, desconoció a la Fundación Favaloro el pago de una deuda de 2 millones de dólares contraída por el PAMI entre 1993 y 1995.
Tal vez Favaloro imaginó que esa bala en el pecho le pondría fin a la historia de mercachifles, mano santas, sin vergüenzas y vendedores de humo. La Fundación Favaloro había operado más de 25 mil pacientes, con una mortalidad menor al 5 por ciento, y al que no tenía dinero se lo operaba gratis.
Hoy lo recordamos a 20 años de su muerte, sin embargo la Reina Batata sigue sentada en un plato de plata y tiene a cargo de toda salud y la educación de la Ciudad de Buenos Aires. Contradicciones de un mundo voraz, en el que alguna vez tal vez llegue ese “oscuro día de justicia”, al decir de Rodolfo Walsh, por el que cada uno de nosotros aprendamos que no debemos luchar solos contra el mal y no dejemos indefensos en el ring a tipos como Favaloro, porque si le das un respiro a esos personajes perversos sin valor ni ética de conducta, te sacan de una trompada.
Cayó de la universidad pública al mejor oficio del mundo. Periodista y Licenciado en Comunicación Social. También es Magister en periodismo y docente de grado y posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Juntó horas nalga en Tres Puntos, Argenpress.info, Radio UBA y la Agencia Télam. Cuando lo dejan publica maldades en Página/12 o en algún medio digital cojonudo como PostPeriodismo.
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