Qué tienen en común las mediáticas Wanda Nara, Florencia Peña, Silvina Luna y Chachi Telesco. Son mujeres bonitas que se popularizaron en la televisión y fueron víctimas de la viralización de videos íntimos por diversas redes sociales. Son famosas y a diferencia de las víctimas desconocidas pudieron tener su réplica en los medios. Problemas de una cultura pop, que necesita hackearse a sí misma para hacernos mejores personas.
1. Chachi Telesco estaba a punto de ingresar al mundo Disney en 2007 cuando los productores del reality High School Musical: la selección, decidieron apartarla del ciclo. Los ángeles no tienen sexo y la actriz entró de golpe en la lista negra de la cadena por el riesgo a convertirse en una Hanna Montana argentina -por Miley Cyrus, la estrella infanto juvenil, que de golpe creció, se hizo sexy y dijo que le gustaban las mujeres-.
En 2011, Chachi (María Fernanda) volvió a la tele con Educando a Nina, pero ahora su principal fetiche es el yoga y la meditación. Desde su cuenta de Instagram -con 20,9 mil seguidores-, @chachitelesco muestra rutinas de ejercicios, cocina agroecológica, y hace videos no tan hot pero que siguen destacando su belleza. Todo natural y con sartenes (Essen, ¡ojo con las segundas marcas!).
De ser demonizada en las redes sociales por un video maldito, pasó a usar esos medios como un espacio laboral estilo new age, ofreciendo soluciones mágicas para lo que es calificado como white people problems (problemas de clase media). Así, te cuenta que un día va al súper a comprar un tupperware y que se volvió con un peluche gigante que le dió mucha alegría. Seguramente ese tupper salvó muchas vidas, porque evita los descartables de un sólo uso. ¡Bien por Chachi que supo reinventarse a sí misma sin hacerle daño a nadie!
2. Silvina Luna también conoció la fama de la mano de un reality cuando casi gana la segunda edición de Gran Hermano (2001). Luego, estudió actuación con Julio Chávez, técnica vocal y más teatro. La convocaron para innumerables campañas publicitarias, estuvo en el Bailando y nunca paró de trabajar. En 2007 circuló un video íntimo en donde se la veía teniendo relaciones con un fulano en un viñedo californiano. Fue uno de los primeros casos conocidos y gracias al cual, en 2018, le ganó un juicio a Google y Yahoo! por “daño moral”, por lo que recibió una indemnización de 100 mil pesos, que indexados llegaron al medio millón.
El dato no es menor. Un video sexual íntimo de un famoso tiene un costo de resarcimiento de un poco más de 4000 dólares, lo cual se torna en un monto ridículo en términos de facturación por publicidad en tráfico de internet. Por lo menos, ese fue el precio que le puso la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones luego de que los buscadores de internet ganaran en primera instancia. En otro orden se presenta la cuestión de la responsabilidad de los intermediarios (Google y Yahoo!). La justicia por lo general suele considerarlos neutrales frente a los contenidos que suben los usuarios.
Lo curioso del caso es que, al no haber ninguna acción típica sobre la pornovenganza o la sextorsión, el camino judicial se limitó a un juicio de Luna contra los agregadores de búsqueda que, en su momento, impidieron la difusión de ese video, pero su indexación algorítmica que lo asoció a resultados relacionados con sitios pornográficos o de contenido sexual se extendió en el tiempo. Ahora bien, del ex novio ni noticias. Según Luna, ese joven no tuvo nada que ver y se trató de un “hacker maleducado” que lo robó y lo publicó. Según versiones periodísticas, le habían pedido 50 mil pesos para no difundirlo. Fin de la historia.
Más allá del Bailando y sus amores en el mundo de la farándula, Silvina sigue otra línea comercial, como Chachi dentro del new age afectivo en su Instagram en la veta coaching ontológico.
3. Lo de Wanda Nara no merece mucho análisis. Consiguió la fama con una noticia inventada a propósito de darle su virginidad a Diego Maradona -luego de revolear un slip-; una suerte de bien de cambio mediático por un minuto de fama, que se transformó en carrera hasta llegar convertirse en manager de Mauro Icardi, su actual pareja. Hizo del escándalo un negocio, con denuncias de presunto abuso contra Jorge Corona y su esposa. Patinó por un Sueño en Showmatch (2007 y 2011). Hubo acusaciones cruzadas de triángulos amorosos e infidelidades en tiempos de su ex, Maxi López. Tiene muchos pibes, todos de revista y rubiecitos. Se la pasa publicando fotos y videos eróticos en las redes pero, sin duda, lo que más circuló fue un video practicando sexo oral, que según ella no era otra cosa que una fake news. Eso sí, le hizo juicio a también a Google y Yahoo! por indexar esas imágenes y asociarlas con ella. Wanda es un producto de marketing de pies a cabeza y su historia poco tiene que ver con la pornovenganza. No obstante, la explotación sexofisticada de su imagen, súper aceptada en el ecosistema de medios debería abrir al menos otros debates ya no tan lúdicos sobre la oferta erótica y su función social. También sobre la necesidad de reconocer los derechos postergados de las trabajadoras sexuales frente al abolicionismo que oculta sus necesidades (pero ese es un tema para otra nota). Wanda sólo coqueteó con esa idea para negar que ejerció la prostitución como si se tratara de una práctica prohibida. La historia de la empresaria sirve más que nada para remarcar la necesidad de repensar el delicado equilibrio entre el morbo, la prensa y sus límites. La asimetría de edades entre una suerte de «lolita» y Maradona, fue tomada como algo normal allá por sus inicios. Detrás de eso hay otros negocios que sí están prohibidos como la pornografía infantil. Muchas campañas de prevención no hicieron los inventores de escándalos al respecto.
4. Florencia Peña también es súper mediática; muestra su cuerpo de gimnasio en casa por su canal de Instagram y pronto será parte la nueva versión teatral de Casados con Hijos (reprogramado para 2021, en el Gran Rex), el ciclo más exitoso y machista de la televisión argentina en 2005, se convirtió en la reposición obligada de Telefe para competir con otras comedias. Sobre la nueva versión de Casados con hijos, quedó desvinculada de la obra la actriz Erica Rivas (María Elena) tras la polémica sobre cómo sería el guión; en especial, si el mismo estaría pensado para deconstruir esos contenidos machistas de su etapa original y los estereotipos ofensivos contra las mujeres. Un “desacuerdo artístico” que obliga a repensar el lugar del humor o la sátira cuando entra en juego la ridiculización de la diversidad sexual y las identidades.
Volviendo a Florencia, luego de ser víctima de la difusión no consentida de imágenes íntimas, la actriz participó activamente en los debates del Congreso para que se modifique la Ley de Delitos Informáticos (N° 26.388), que es de 2008 y, en ese entonces, no contemplaba aún el problema de la difusión de contenidos por redes sociales. En 2009, un video junto a su ex marido Mariano Otero, expuso a la pareja en los medios digitales y nada pudo hacer para frenar su impacto mediático.
Hoy la ex “pechocha” de Son de diez promueve la libertad de pareja, a la que llama “poliamor”, y juega con la sexualidad para vender todo tipo de productos. Es que el capitalismo puede más y 4,6 millones de seguidores no son poca cosa. Si el photoshop tapa la celulitis en una mujer de más de 40 pirulos no importa, porque hay que vender un aparato de dominadas.
Estos son sólo algunos casos de figuras públicas que tuvieron la posibilidad de responder en un ecosistema de medios conocido para ellas, y en el cual pudieron revertir total o parcialmente el daño recibido sobre su identidad digital y, esencialmente, humana.
Pero, lo cierto es que hay otro mundo detrás de las pantallas. Existen miles de víctimas solapadas en los medios porque no venden segundos de rating. Por lo general, se trata de esos memes que recibimos por WhatsApp. En estos casos, no existe réplica posible en la tele ni un aprovechamiento de la prensa (aunque sea negativa) para revertir el impacto. Las víctimas sufren en silencio; sin siquiera la posibilidad de un descargo ni la herramienta jurídica para atenuar el daño. Sufren pérdidas de empleo, estigmatizaciones, cuadros de depresión o rechazo social.
¿Qué hace la gente con el smartphone?
Existen diversos caminos en la reforma del Código Penal. Una ley propiamente dicha que tipifique la pornovenganza y la sextorsión, como la que se está discutiendo una vez más en el Congreso de la Nación, la cual debería considerar penas de prisión efectiva y multas a la altura que le genere un inconveniente económico real a quienes explotan los mercados convergentes de comunicación audiovisual. En la medida en que las multas sean bajas frente a los negocios de la economía digital, seguirá existiendo el tráfico de videos íntimos.
Así las cosas, la industria del entretenimiento le gana una vez más a la regulación, que debe velar por el bienestar general; más allá del morbo que genera la espectacularización de una teta o un culo tatuado para vender la imagen de un ideal de cuerpo de diseño. Y si es vintage, vale doble porque le estamos ganando al paso del tiempo.
A principios de los noventa, el profesor de comunicación e investigador de la cultura popular Oscar Landi publicó un libro maravilloso que intentaba comprender sin prejuicios los consumos televisivos. Se llamó Devórame otra vez. Qué hizo la TV con la gente y qué hizo la gente con la TV (1992). Todavía no existía la realidad aumentada, pero Landi ya hablaba del “casco pantalla” y se preocupaba por el goce en el consumo de cierta cultura de la imagen y el espectáculo continuo, que también dominó la video-política.
Por entonces, el mondongo ilustrado que venía cambiar el mundo desde las letras, lo criticó por ocuparse del tema sin denunciar los mecanismos solapados de estereotipación o banalización que invisibilizan el conflicto de masas. No sabemos si dulces o saladas. Cosas de Beatriz Sarlo y el “conmigo no”, siempre disruptivo y poco productivo.
Algo de ese Devórame otra vez tienen las redes sociales. Nos hacen un guiño de autosatisfacción con lo prohibido, pero al alcance de un dispositivo móvil. Se trate de un chiste ingenuo, de sexo virtual subido de tono o de un influencer vendiendo sado en cuarentena.
Nos divierte. Gozamos con lo prohibido. Las obras de José María Muscari son un éxito de taquilla y así somos, un poco perversos en el consumo de la cultura pop. Sacamos fotos privadas y las compartimos para divertirnos hasta morir. No importa si es coronavirus, africanos que bailan con un cajón o una ex novia con la que compartíamos nuestro amor.
Para ello, la justicia avanza lentamente. Tiene el debe la regulación sobre la pornovenganza, la sextorsión, una nueva ley de protección de datos personales con especial atención sobre los datos sensibles y los algoritmos que se meten en ese sesgo de confirmación por lo prohibido para vendernos lo que sea cuando estamos en Internet.
Ese es el contrato social en interacción con los dispositivos móviles y las personas que los usamos en el que deben pensar los legisladores. Descargar un meme de una imagen no consentida no es delito, ya que nunca se sabe que hay detrás de la pantalla. El problema es reenviarlo y hacerlo viral. Por ahora, tampoco lo es y probablemente nunca lo sea, porque criminalizar el uso de redes sociales implica avanzar sobre el derecho a la intimidad de las y los usuarios, incluso cuando se viola la privacidad de otra persona. ¡Vaya contradicción!
Mientras tanto, sigue pendiente la aplicación real de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, que promueva una verdadera diversidad; la realización de campañas de prevención sobre noviazgos violentos en etapas tempranas; una ley de grooming que entienda el acoso virtual como abuso sexual grave, para que cambiemos el chip de una vez por todas. Sólo así las normas impulsarán un cambio cultural en el que el sufrimiento ajeno deje de ser un chiste de mal gusto. Ese que en cualquier momento te va a llegar en una cadena de WhatsApp.
Cayó de la universidad pública al mejor oficio del mundo. Periodista y Licenciado en Comunicación Social. También es Magister en periodismo y docente de grado y posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Juntó horas nalga en Tres Puntos, Argenpress.info, Radio UBA y la Agencia Télam. Cuando lo dejan publica maldades en Página/12 o en algún medio digital cojonudo como PostPeriodismo.
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